La última carta que escribí en mi vida no la leyò nadie.
El rumbo que cogemos va a son del viento, aunque a veces ese viento sea un huracán que no puede arrancarnos nada.
El porvenir está escrito pero a veces borramos esas letras. El destino es un escaparate delante de nuestras narices, pero da miedo pensar que aquello que tenemos en frente, tan deseado, al alcance de nuestra mano, y cómo hacer para sujetarlo sin que se desvanezca. Todo fue un espejismo.
Ahí dejé mis palabras, la cerré, guardé, no pude entregarla, volví a abrir y la quemé.
Ese día nací de nuevo con otro llanto y otra vida, una vida que no es la mía.
viernes, 26 de agosto de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)